martes, noviembre 07, 2006

La moral revolucionaria

En un post anterior, trataba de explicarle a Kira que la estatal petrolera PDVSA sí tenía que ser roja rojita, como había afirmado el Ministro de Energía, Rafael Ramírez. Revisando en la biblioteca, encontré un texto que tal vez amplíe un poco esa explicación. Aunque fue escrito para otras circunstancias, la esencia del mismo no pierde vigencia. Pero tampoco debemos perder de vista de dónde vienen (y hacia dónde van [1]) los revolucionarios que gobiernan actualmente.

Aparentemente, por su ausencia en cualquier debate, se ignora que los golpistas fascistas que intentaron derrocar a Carlos Andrés Pérez en 1992, consituían una camada de la infiltración que el ex guerrillero Douglas Bravo había prescrito que debía hacerse en las Fuerzas Armadas venezolanas como condición para la toma del poder en el país. Y Douglas Bravo no era una hermanita de la caridad del cobre sino un marxista que estuvo en desacuerdo con los tímidos cambios que hubo en la URSS en los años 60.

En todo caso, les dejo el texto en cuestión para que ustedes mismos busquen las diferencias y similitudes:

[Marx] fundó la presunción de que quien entiende adónde va la historia, y se dedica a empujarla en su marcha, queda liberado de las ataduras morales ordinarias. En el choque eterno entre el bien y el mal, el marxista, con sólo serlo, está del lado de los ángeles. La historia queda convertida en auto sacramental. En cualquier momento de su desarrollo hay buenos y malos, fuerzas e individuos progresistas y fuerzas e individuos reaccionarios; y a su término, la salvación...

La "nueva moral" formulada por Marx y practicada por sus discípulos, estaba destinada a tener muy graves consecuencias, que aún hoy perduran y envenenan los asuntos públicos y además muchas vidas privadas.

Un marxista siempre tendrá razón, por el solo hecho de serlo, contra cualquier no marxista. Y un marxista en el poder siempre tendrá razón contra un marxista en la oposición. Rubashov-Bujarín está bien preso y estará bien muerto no por ser menos marxista que Stalin, sino porque el "Número Uno" es Primer Secretario, y, como tal, Supremo Sacerdote e intérprete irrefutable de la dialéctica histórica, de modo que "objetivamente" cualquier oposición a su poder personal se convierte efectivamente en un crimen contrarrevolucionario...

El intento de alcanzar la utopía guiándose por los mapas y la brújula marxistas, una y otra vez vuelve a producir monstruos. Con la abolición del dominio de lo privado, la lucha por el poder político se convierte en el único mecanismo de competencia entre los individuos aptos y ambiciosos, en el único juego. De esa lucha saldrán invariablemente vencedores los más brutales, crueles e inescuprulosos, los Stalin. Y esto tanto más rápidamente cuanto que los cuadros dirigentes de cualquier revolución socialista habrán sido previamente insensibilizados por el historicismo marxista y por la "nueva moral" marxista, a lo que Marx descalificó como "moral burguesa", y que esa abolición de las inhibiciones que los no marxistas conservamos respecto a los límites que los derechos humanos ponen a la coacción y a la represión, conduce en la práctica al exterminio, por los marxistas duros, que son los que alcanzan el poder, del "enemigo de clase" y, de paso, de cuantos marxistas blandos han perdido pie durante el proceso de consolidación del poder socialista.

La teoría de la misión especial del proletariado y de la irrecuperabilidad del enemigo de clase (bases de la "moral revolucionaria") justifica una persecución y una opresión sin consideración humana ni remordimiento contra vastos grupos sociales, religiosos, étnicos. Con la mayor inconsciencia y crueldad se emprende la destrucción moral, psicológica y eventualmente física de los seres humanos que encarnan esos valores.
[*]



[1]«En Venezuela el proyecto bolivariano es la corriente de pensamiento que sirve de base para erigir la ideología marxista». Hugo Chávez
[*]Carlos Rangel, El Tercemundismo, Monte Ávila Editores, 1982.


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