lunes, mayo 22, 2006

Los diarios de Miranda

A raiz de un post sobre la apropiación que de la figura de Miranda está haciendo el "proceso", esperaba hacer una reseña sobre los diarios de El Precursor, tal como lo había anunciado sibilinamente.

El libro en cuestión ("Diario de Viajes") contiene textos selectos de los numerosos volúmenes escritos por Miranda. Al compararlo con otra selección que aparece en "Del Buen Salvaje al Buen Revolucionario" [*] sobre la estadía de Miranda en los EEUU, este último texto contiene material adicional a la selección de Monte Ávila. (En azul están los textos ausentes del Diario de Viajes publicado por Monte Ávila Editores.)


El segundo descubrimiento de América del Norte. (Miranda en los EE.UU.)

El primer latinoamericano que va a visitar directamente esta sociedad a la vez experimental y conservadora, rural y aun rústica, pero hasta en eso conforme a los ideales del siglo, es un hombre notable por su cultura, por sus ideas, por sus metas, por sus dotes de ávido y penetrante observador y por su costumbre de llevar un diario [**] detallado de todo cuanto hacía y veía.

Francisco de Miranda había nacido en Caracas en 1750. Sirvió como oficial en el ejército español en África del Norte, y luego en las Antillas, en tiempo de guerra entre España e Inglaterra. Por esta última circunstancia estuvo con las tropas españolas que ayudaron en algunas acciones en la guerra de Independencia Norteamericana; y habiendo participado también en la Revolución Francesa [2] y desde luego en la Emancipación Hispanoamericana, es el único caso de protagonista activo en las tres grandes revoluciones que sucedieron entre 1776 y 1824.

Para 1783 la situación de Miranda en el ejército español se había tornado insostenible, presumiblemente por sus ideas sobre la necesaria y deseable independencia de Hispanoamérica. El primero de junio de ese año zarpa clandestinamente de La Habana, abandonando sin regreso posible, salvo como rebelde, el territorio del Imperio Español.[3] Ocho días más tarde llega a los EE.UU., donde va a viajar extensamente desde Carolina del Sur hasta Nueva Inglaterra, y donde permanecerá año y medio, hasta diciembre de 1784.

El diario de Miranda durante ese tiempo es un documento de un interés insuperable. Desde la Declaración de Independencia, el 4 de julio de 1776, los EE.UU. habían conmovido el imperio español de América[4] inspirando en la casta de los criollos las emociones y sentimientos contradictorios que hemos visto [**]. Ahora, por una afortunadísima casualidad, quien era tal vez el criollo más apropiado para hacerlo, nos va a dejar observaciones detalladas y pertinentes sobre prácticamente todos los aspectos de la vida en la joven república.

Desde su primer contacto con los norteamericanos, los encuentra “sumamente robustos y corpulentos”, lo cual atribuye sin ambages a la buena alimentación.[5]

Al participar en su primer barbecue, observa que “comieron y bebieron los primeros magistrados y gentes del país con (el) pueblo, dándose las manos y bebiendo en un mismo vaso. Es imposible concebir una asamblea más puramente democrática, y que abone cuanto los poetas e historiadores … nos cuentan de otras semejantes entre los pueblos libres de la Grecia”. En Charleston, Carolina del Sur, asiste a las Cortes de Justicia, que son de audiencia pública, según el uso británico, “y no puedo ponderar el contento y gusto que tuve al ver practicar el admirable sistema de la constitución británica. Válgame Dios y qué contraste al sistema legislativo de la España”. El gobierno del Estado de Carolina del Sur despierta igualmente su admiración por ser “puramente democrático, como lo son todos los de los demás Estados Unidos”, con poderes ejecutivo, legislativo y judicial distintos y soberanos.

En Filadelfia, se maravilla de desembarcar “sin ceremonia alguna ni registro”, y reflexionando sobre el ingenio y la industria de los norteamericanos, evoca a Benjamín Franklin, inventor “del nuevo sistema de chimeneas en que con una tercera parte de la leña o carbón de la que comúnmente se gasta, se consigue dar más calor”; del “jabón famoso para afeitarse que se vende con el nombre suyo”; del pararrayos, etc.
Al llegar a la posada, la encuentra “la mejor que he conocido … en aseo, abundancia, regularidad y decencia”. El mercado de la ciudad es “el mejor, más aseado y abundante que he visto en ninguna parte”. Estima la absoluta libertad de cultos que distinguió a Pennsylvania desde la fundación de la colonia por William Penn; y en general encuentra Filadelfia “una de las más agradables y bien ordenadas poblaciones del mundo”.

Las ventajas de un gobierno libre

Con tranquilo sentido común, Miranda atribuye las virtudes y prosperidad que observa en la sociedad norteamericana no a ningún todavía imposible e impensable abuso de poder con relación a otras naciones, sino sencillamente a “las ventajas de un gobierno libre (sobre) cualquier despotismo”, cosa que “poquísimos franceses” o españoles familiarizados con los EE.UU. son “capaces de discernir, por no haber “penetrado el arcano maravilloso de la constitución británica”.

Viajando de Filadelfia a Nueva York se admira del paisaje y la prosperidad de Nueva Jersey, “la complexión y robustez de sus habitantes … y la población y agricultura del país, pues apenas se descubre un rincón o quebrada donde no haya plantada una casa; … (y) puedo asegurar que … jamás encontré un individuo que demostrara estar desnudo, hambriento, enfermo u ocioso … El territorio, a lo que se ve, está dividido … en pequeñas porciones que llaman farms, de (lo) que resulta que la tierra está mucho más bien cultivada, y el número de casas es mucho mayor (bien que no de suntuosa apariencia) como en otros países.[6] Y eso que “el terreno más bien puede llamarse indiferente que bueno, y sobre las costas del mar es sumamente pobre y arenisco; pero la circunstancia de estar regado por todas partes, en las manos de un pueblo industrioso, y sobre todo bajo el influjo de un gobierno libre, le hacen prosperar a pesar de todos estos inconvenientes”.

Desde Nueva York hace una excursión a la plaza fuerte de West Point, y llega allí y se aloja en una posada “sin que nadie investigase, ni se cuidara de saber quiénes eran los forasteros nuevamente llegados, una de las más agradables circunstancias de que se goza en un país libre. ¿Cuántas formalidades no hubieran sido necesarias en Francia, Alemania, etc., primero que nos hubieran dejado entrar (en un sitio militar comparable a West Point)?”. Admira allí la famosa cadena que durante la guerra de independencia habían atravesado los norteamericanos en el río Hudson para estorbar la navegación, y cuyos eslabones eran “de la forma ordinaria, pero de un espesor tan considerable que no sé cómo podían mantenerla sobre (el) agua … y para que la marea al montar y descender no … la rompiese … No puede negarse que la máquina ésta es un esfuerzo del genio, industria y espíritu audaz del pueblo que la produjo. Dícese que su costo asciende a 70.000 libras, y no dudo que si el Rey de España la hubiese pagado hubiera costado más; pero a ellos no creo les costase la décima parte de esa suma”.

En el camino de regreso a Nueva York se entera de una anécdota “digna de la inmortalidad”, ocurrida durante la guerra cerca de King’s Ferry, sobre el Hudson: “Un paisano amo del terreno en que estaba plantado el campamento francés (de Rochambeau), hizo aplicación para que le pagasen (el uso del) piso; (pero) los oficiales (franceses) no hicieron caso” de esta pretensión insólita del villano norteamericano. “Lo cual visto por el Patán republicano, se quitó de ruidos, y fue en busca del Sheriff para que arrestase al deudor; y vea vuestra merced venir a estos dos pobres labradores [7] sin una simple arma en la mano, pero sí con el Paladio y autoridad de las Leyes, resueltos con firmeza heroica a arrestar al General francés, M. de Rochambeau, al frente de todo su ejército … (Y) el General fue efectivamente retenido por el Sheriff y pagó al punto lo que le debía al pobre labrador (unos 10 ó 15 pesos era toda la suma) con lo cual terminó el procedimiento”. Y comenta Miranda: “¿Cómo es posible que bajo semejantes auspicios no florezcan los países más áridos y desiertos, y que los hombres más pusilánimes e ínfimos sean dentro de poco tiempo honestos, justos, industriosos, sabios y valientes?” Y podría haber agregado: dentro de poco tiempo poderosos.

El carácter de dos naciones

Pasa más tarde Miranda a la Nueva Inglaterra, y en Providence (Rhode Island) hace una de las observaciones más cargadas de sentido de todo el diario. Lo llevan a ver como cosa digna de admirarse y que lo era, una mina dotada de “una máquina para evacuar las aguas por evaporación, que un tal Mr. Joseph Brown ha establecido y dirige por sí mismo. El cilindro tendrá como 24 pulgadas de diámetro y 10 pies de largo, es de hierro y está fundido por el mismo (Mr. Brown). Con esa máquina se puede evacuar las aguas de la mina a 300 pies de profundidad, a razón de 100 galones de agua por minuto. ¡Véase aquí el carácter de dos naciones! Cuando en México, ni en todos nuestros dominios de América (Española) aún no se conoce semejante máquina, ni alguna otra que merezca el nombre, para desaguar nuestras más ricas minas (de oro y plata) que por esta razón las consideramos arruinadas, aquí se (fabrican) estos aparatos para sacar el terrazo de que extraen el hierro” …

En Boston tiene una vez más la experiencia de una sociedad que permite todo lo que no está prohibido expresamente, y presume la buena fe de cada cual mientras no haya motivo de sospechar lo contrario. Llega su equipaje, y la aduana deja pasar los baúles sin el más leve inconveniente y sin abrirlos, “con mi palabra solamente de que no contenían efectos de mercancía”.[8]

Cerca de Salem, en Massachussets, hace observaciones parecidas a las que había consignado cuando atravesó Nueva Jersey: “Las Tierras parecen … y son efectivamente pobres. El producto general es pastos, maíz y centeno. Sin embargo, tal es la industria y el espíritu que la libertad inspira a estos pueblos, que de una pequeña proporción (de tierra) sacan (los hombres) con qué mantener sus crecidas familias, pagar fuertes tasas y vivir con comodidad y gusto, mil veces más felices que los propietarios (dueños de esclavos) de las ricas minas y feraces tierras de México, Perú, Buenos Aires, Caracas y todo el Continente Américo-Español”.


Estas sencillas verdades sobre el origen de la prosperidad y poder de los EE.UU. antes de toda relación con América Latina, han sido hoy sustituidas por entorchadas explicaciones sobre cómo el auge norteamericano estaría en relación directa con el atraso del resto del Hemisferio, cuya explotación por los yanquis sería la causa principal, y hasta única, tanto de la riqueza norteamericana como de la pobreza latino americana, del éxito de ellos y de nuestro fracaso. Y si alguien lee esa parte del diario de Miranda debe ser en secreto, porque nadie lo cita, nadie lo comenta. Es incómodo, cuando se vive de mitos, toparse con la verdad, dicha en forma tan simple, tan clara, tan irrefutable. Y para colmo por uno de los auténticos héroes y uno de los más grandes hombres de Hispanoamérica.


_________________________________
[*] Carlos Rangel: Del Buen Salvaje al Buen Revolucionario, Monte Ávila Editores (1982).
[**] Diario: Weblog o blog escrito en papel. Nota de KM
[***] En capítulos anteriores del libro de Carlos Rangel. Nota de KM
2. Combatió en Valmy, alcanzó el grado de General en los Ejércitos Revolucionarios, su nombre figura en el Arco del Triunfo; fue girondino y se salvó por poco de Fouquier-Tinville.
3. Lo volverá a pisar en 1806, en Venezuela, al frente de una expedición revolucionaria.
4. En 1811, el Congreso de Venezuela quiso declarar la independencia el mismo día que los norteamericanos treinta y cinco años antes; pero por inconvenientes de procedimiento, no pudo hacerlo hasta el día siguiente, 5 de julio.
5. Por los días que corren no es popular admitir lo obvio: que la nutrición deficiente fue una característica generalizada de las sociedades todavía hoy rezagadas desde antes de que ese rezago se manifestara por el avance insólito de otras sociedades. El Buen Salvaje sufre de deficiencia proteínica. En un tiempo menos confundido y menos melindroso que el nuestro, se podía señalar tranquilamente que en su origen los pueblos europeos y semitas se diferenciaban de todos los otros pueblos por la posibilidad (y por tanto la práctica) de domesticar y criar grandes rebaños de ganado y que “la consiguiente abundante dieta de carne y leche, y en particular el efecto saludable de esa dieta en cada nueva generación podría, tal vez, explicar el superior desarrollo de estos dos grupos humanos”, Federico Engels, Orígenes de la Familia, de la Propiedad Privada y del Estado. 1884.
6. Por ejemplo las esclavistas Cuba y Carolina del Sur.
7. El reclamante y el sheriff
8. En Venezuela, y presumiblemente en muchos otros países de los que formaron el Imperio Español de América, todavía hoy existen en las más modernas carreteras, alcabalas, supervivencia de un impuesto y obstáculo medieval al tránsito de personas y mercancías. Un automovilista que venga a la velocidad permitida y fácilmente practicable de ochenta kilómetros por hora, se encuentra de pronto, a intervalos no muy distantes, con una advertencia de que debe reducir la velocidad a cinco kilómetros por hora, o detenerse, para someterse al escrutinio desconfiado y hostil de un soldado armado con una metralleta portátil. Esta institución de la alcabala existía, alojada en edificaciones permanentes al borde de la ruta, antes de los movimientos guerrilleros de los años sesenta, y los ha naturalmente sobrevivido, puesto que no fue causada por ellos, sino que viene de la colonia española, y de más atrás: del medioevo. Y esto sucede, en Venezuela, bajo un gobierno democrático y dispuesto a respetar los dertechos de los ciudadanos, pero obviamente impotente --o más probablemente insensible-- ante éste y otros residuos fósiles del feudalismo, el absolutismo y el mercantilismo.

8 comentarios:

Juan Carlos Chirinos dijo...

Hola, me gustaría que me dieras los datos exactos de la edición de Monte Ávila que dices, que no conozco; este año debe de salir en Monta Ávila una selección nueva que hice yo de los diarios de Miranda, donde, por supuesto, no está todo, porque se trata de un diario de casi 30 años (1771-1800) que él solo es un Universo dentro de la Colombeia. En todo caso, también la editorial Norma publicará una boografía que me ha llevado varios años escribirla. Como no conozco la edición que ya tiene Monte Ávila (me supongo que debe de ser en la colección ELDORADO), me gustaría saber quién la hizo y cuáles fueron los criterios de edición.
Un saludo.

Juan Carlos Chirinos dijo...

Creo que se trata de una edición de 1992.
Quería agregarte que espero que seamos nosotros mismos los que nos encarguemos de que el pensamiento de Miranda no sea depredado en beneficio de una u otra postura política. Miranda es un libre pensador y autodidacta, un hombre con la cabeza en la Ilustración y las pasiones entre las sábanas de cientos de amantes. Lo que no se puede hacer con Miranda, porque es una anacronismo, es igualar su pensamiento con el de Bolívar, sobre quien no termina de quedar clara su inocencia en el asunto de la entrega del Precursor a los españoles. Todo apunta a que Miranda fue el chivo expiatorio que los españoles exigieron a cambio de dejar que los mantuanos conservaran sus posesiones y sus vidas. Chantaje que les salió choreto a los españoles, porque ya sabemos en qué aprovechó el tiempo Bolívar desde 1813 hasta 1821...

En fin, que el graffiti que pones en el que se iguala a Miranda, con Bolívar, ¡el Che Guevara! (cosas veredes, Sancho...) y el socialismo me recordó que en la biografía de Ian Kershaw de Hitler una de las ilutsraciones es un afiche de la Alemania Nazi, centrado en el culto al führer, donde aparecía el rey Federico, el Grande, von Bismark, von Hindenburg y Hitler y que rezaba: "lo que conquistó el rey, conformó el príncipe, defendió el mariscal de campo lo salvó y unió el Soldado".

Bueno, que quería comentar eso, además.

saludos

Klaus Meyer dijo...

Hola Juan Carlos:

Gracias por tus comentarios. Como no tengo el libro a la mano, para mañana te traigo la informacion.

Saludos.

Klaus Meyer dijo...

Juan Carlos, disculpa el retraso. Efectivamente los diarios que tengo son de la primera edicion de 1992, coleccion El Dorado.

Ya que mencionas que saldra una nueva edicion de los diarios de Miranda, ¿existe alguna edicion completa aunque sea en la biblioteca nacional?

Saludos.

Juan Carlos Chirinos dijo...

gracias, amigo!

Juan Carlos Chirinos dijo...

una edición completa de los diarios no la conozco; creo que van a sacar una este año. Hay edición completa del Archivo de Miranda: una de 129/1950 y otra que comenzó en los años 70 y y creo que están terminando. Un saludo

Kira Kariakin dijo...

Los diarios originales están en la Academa de la historia y creo que era parte de un proyecto de la Biblioteca ayacucho publicarlos si mal no recuerdo. Ellos publicaron extractos de sus diarios de su estadía en Rusia Denzil Romero tuvo acceso a los diarios en la Academia para la escritura de su pentalogía sobre el generalísimo.

Anónimo dijo...

Hola Klaus,
acabo de pasar por Caracas y me compré la nueva edición del libro de Carlos Rangel "Del Buen Salvaje al Buen Revolucionario". Este ya no es publicado por Monte Avila Editores, sino por Criteria Editorial y además como novedad tiene un prólogo por Carlos Alberto Montaner con respecto a los 30 años del libro, su impacto en la época y como Venezuela terminó cayendo, a pesar de las advertencias de Rangel, en las garras del caudillismo y el populismo.