miércoles, octubre 25, 2006

La batalla de las ideas

Son historias [las de abuso contra los débiles e indefensos] que se repiten con cierta frecuencia aunque en demasiados casos pasen desapercibidas. Y suelen empezar casi siempre igual: abusando del último de la clase en popularidad. A veces es un genocidio, otras unos encarcelamientos. La masa, mientras tanto, discutiendo en el bar sobre el último partido de fútbol o lo imprescindible que es esta vez votar al menos malo, simplemente porque los otros son peores, todo sea por el voto útil y ni plantearse lo impensable. ¡Sobre todo, nene, no te salgas de la raya!

Cada dos por tres me viene a la memoria lo que contaba Rand de su inmensa pero desdichada tierra natal:

De una manera pasiva e indiferente, la mayoría del pueblo ruso estaba con el Ejército Blanco: no estaban a favor de los blancos, simplemente estaban contra los rojos; temían las atrocidades de los rojos. Yo sabía que la atrocidad más profunda de los rojos era intelectual, que lo que debía atacarse (y derrotar) eran sus ideas. Pero nadie las contestaba. La pasividad del país se tornó en un letargo apático a medida que la gente iba rindiéndose. Los rojos tenían un incentivo, la promesa del saqueo a escala nacional; ellos tenían el liderazgo y la semidisciplina de una panda de criminales; tenían un programa pretendidamente intelectual y una justificación pretendidamente moral. Los blancos tenían iconos. Los rojos vencieron.


Llega un punto en que a los malos no les hace falta ni cargar los fusiles, simplemente porque delante no tienen nada. Ganan por goleada por incomparecencia del adversario. Maldito letargo mortal. Entonces, para imponerse sobre esa resistencia nula basta con la más mínima intención. Van paseando zarrapastrosamente con toda su ineficiencia de dictadorzuelo.


Antonio Mascaró Rotger


Algo que ya se ha planteado por estos lares:

Sólo en 1989, cuando Vojciech Jaruzelski enfrentó una oposición decididamente anticomunista, perdió las elecciones. La transición al poscomunismo comenzó un año antes en Hungría, expulsando a Janos Kadar, de igual manera. Y en Octubre de 1989, en la RDA, Erich Honecker también fue obligado a renunciar, de ese modo. A las dos semanas, el 9 de Noviembre, cayó el Muro de Berlín; y al día siguiente, en Bulgaria cayó Todor Yivkov. Y en Checoslovaquia Gustav Husak. La última revolución de 1989 fue en Rumania, contra Nicolae Ceaucescu. En Albania cayó Enver Hoxha en 1990. ¿Por qué razón ellos cayeron en meses, y Castro sigue en el poder?

Muy simple: por las mayores exigencias de la oposición en Europa central y oriental. Fue una oposición al sistema, no meramente al Jefe. Reclamó no sólo pulcritud electoral, sino privatizaciones, libre mercado, e integración con las economías capitalistas de Occidente y del mundo. (Después lo hicieron, aunque mal, pero esa es otra historia.) Porque con pulcritud electoral no se come, ni se compra educación, vivienda, cuidado médico y previsión abundantes y de buena calidad. La oposición se asoció a la gente: exigió no sólo elecciones al modo occidental, sino ingresos al nivel occidental. Eso requiere el abandono inmediato del socialismo como modo de vida -y de los reglamentos y controles estatistas-, y la adopción en su lugar del capitalismo liberal.


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