PREDICCIONES PARA ESTE AÑOSami RozenbaumEL NACIONAL / 10 de enero de 2008
Este es un título que nunca falla para atraer a los lectores. Y ello se debe a
que todos quisiéramos conocer lo que nos depara el futuro, especialmente en
circunstancias tan volátiles y complejas como las que vivimos. De allí el éxito
económico de los astrólogos y demás nigromantes a lo largo de la historia.
A pesar de que la ciencia y la tecnología han mejorado dramáticamente la calidad de vida de la Humanidad, durante las últimas décadas el público se ha persuadido de que la ciencia, además de parecerle difícil de comprender, no puede traer la felicidad ni reducir las angustias existenciales. Quizá por esta razón se ha producido en todo el mundo una recaída hacia las creencias mágicas y premodernas: la llamada “Nueva Era”, que no es más que la vieja superstición revestida de un eficaz mercadeo.
Cada vez que comienza un año, los periódicos y revistas de todo el planeta le
otorgan un inmerecido espacio a gran cantidad de personajes que pretenden tener conocimientos privilegiados sobre el futuro, producto de una sabiduría oculta que nadie más posee. En el caso de Venezuela estas figuras son más bien comentaristas políticos autodesignados, que a la larga terminan expresando lo que la mayoría cree que sucederá; de allí que rara vez acierten en sus vaticinios, pues la realidad es tercamente imprevisible. Resulta curioso que su absoluta ineptitud profética (ahora más evidente que nunca gracias a ciertos videos disponibles en Youtube, tan patéticos que hasta producen pena ajena) nunca parezca suficiente para desprestigiarlos. Claro: “los astros inclinan pero no imponen”, con lo cual si no ganan, empatan.
Sin embargo, los “videntes” más astutos evitan las predicciones concretas,
inclinándose por la mayor ambigüedad posible y por lo que de seguro ocurrirá:
habrá terremotos, tormentas, erupciones volcánicas, muerte de personajes famosos sin nombre y violencia política en lugares nunca identificados, a lo que se añade la infaltable “toma de conciencia universal”.
Un ejercicio que nos gustaría ver en la prensa cada fin de año sería la comparación entre los presagios publicados doce meses antes y lo que realmente ocurrió; sobre todo destacar lo que sí pasó pero nadie predijo. Por ejemplo, ninguno de estos personajes previó para 2007 la aparición del movimiento estudiantil, la realización del referendo constitucional y su resultado, el escándalo del maletín, el terremoto de Perú, el accidente de aviación en Sao Paulo o el asesinato de Benazir Bhutto, por mencionar algunos de los acontecimientos más trascendentes del año recién finalizado.
Pero en Venezuela el fenómeno va más allá de las tradicionales predicciones de los periódicos; así, en la radio casi no existe programa de opinión –ya trate sobre política, problemas vecinales, economía o salud– que no tenga su astróloga de cabecera. De esta forma, los mismos presentadores que pontifican sobre la necesidad de que el venezolano trabaje y sea responsable de sus acciones para labrar su propio futuro, no advierten ninguna incongruencia en promover a personajes que atribuyen los acontecimientos a fuerzas sobrenaturales y al “destino”, concepto fatalista que debería ser erradicado del imaginario colectivo.
Es muy triste que en nuestro país los periodistas no teman ningún riesgo para su credibilidad –el patrimonio más importante de todo comunicador social– en el hecho de fomentar la seudociencia, la superstición y el ocultismo “fashion”. Así, sus artículos y espacios de radio y televisión terminan alimentando esa patología social que los expertos llaman “desesperanza aprendida”, uno de los pilares del subdesarrollo y el atraso.
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